19 abril, 2025

El divorcio entre morena y el partido verde un fin anticipado a la alianza política

En los pasillos del Congreso de la Ciudad de México, la relación entre Morena y el Partido Verde está lejos de ser la misma que hace unos meses. Lo que comenzó como una alianza estratégica, impulsada por intereses comunes en la arena política y electoral, hoy se desmorona lentamente. La ruptura ya no parece una posibilidad remota, sino una certeza inminente.

Jesús Sesma, coordinador de la bancada del Verde, ha sido el foco principal de la creciente tensión. La reciente conducta de Sesma, que ha traspasado los límites aceptables por sus compañeros morenistas, ha alterado las dinámicas de poder en el Congreso. Lo que antes parecía una colaboración sin grandes fricciones, hoy está marcada por disputas internas que ya no se pueden ocultar. Las señales de una fractura política se hacen cada vez más evidentes, y la falta de unidad entre las dos fuerzas se ha convertido en un tema de debate recurrente.

En el corazón de esta disputa se encuentra el desgaste de una relación que parecía inquebrantable, pero que ahora está siendo puesta a prueba por una serie de desacuerdos y diferencias de poder. La posibilidad de que Morena limite la influencia del Partido Verde se hace más probable cada día, e incluso sugiere la posibilidad de despojarles de posiciones clave, como la presidencia de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), lo que marcaría un golpe directo a su poder en el Congreso.

La lucha por la supervivencia política de cada partido está llevando a que los morenistas, en especial aquellos más cercanos al presidente, busquen una reorganización de fuerzas dentro del Congreso, en la que el Partido Verde podría quedar reducido a un papel secundario. La flexibilidad inicial que permitió a estos dos partidos cohabitar en un mismo espacio político ha desaparecido, y con ella, las lealtades mutuas que una vez existieron.

Este giro en la relación no es solo un cambio en la política interna, sino un reflejo de cómo las alianzas en el sistema político mexicano, tan frágiles como el vidrio, pueden romperse ante los primeros signos de ambición personal y desacuerdo estratégico. La relación entre Morena y el Partido Verde era siempre vista como una relación de conveniencia, y ahora, ante las tensiones y luchas de poder, los actores involucrados parecen estar listos para dar por concluido un pacto que nunca estuvo cimentado en una base sólida de principios compartidos.

El futuro de esta alianza es incierto, pero lo que parece claro es que la guerra interna por el control del Congreso ya ha comenzado. Las posibilidades de que Morena limite la influencia del Partido Verde en los próximos meses están sobre la mesa, y este cambio podría tener un impacto significativo en la estructura política y legislativa del país.

El divorcio entre ambos partidos, aunque en sus primeras fases, marca el inicio de una nueva era en la política mexicana, en la que las alianzas ya no se basan en la confianza, sino en el cálculo electoral inmediato.

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